En un país de viejos, como el nuestro, hacer una revista de crítica centrada en la música popular nacional juvenil es algo así como dar un salto al vacío.
En
un país de viejos, como el nuestro, hacer una revista de crítica
centrada en la música popular nacional juvenil es algo así como dar un
salto al vacío.
Los
antecedentes son pocos -hay algunos artículos periodísticos sobre discos
de jóvenes pero muy escuetos y superficiales-, creo yo por varias
razones. La primera es que, en un país de viejos, como el nuestro, lxs
jóvenes no tenemos nada mejor que hacer que recluirnos en la casa de
nuestro viejos a mirar TikTok.
Nada más y nada menos que desde la Antigua Grecia -según nuestros datos
colonizados- la juventud ha sido asociada a lo que acá llamamos
vagancia. La segunda es que, en un mercado musical cada vez más
atravesado por las redes sociales y lxs influencers, el valor musical y
literario ha pasado a otro plano, por ende la producción de reseñas y
revisiones pura y exclusivamente artísticas queda un poco obsoleta
frente a la multiplicidad de estímulos que se acostumbra, y el déficit
atencional que de hecho padecemos. Algunxs
prefieren un review en video de menos de un minuto o un comentario
halagador anónimo que diga lo mismo que todxs.
Quizá
también otro motivo, muy vinculado al anterior, tenga que ver con el
lobby característico de los ambientes artísticos alternativos e
independientes. Donde tu trabajo pende de tu imagen, de tu nombre, de
tus pequeños pactos sociales a la hora de estar en la música, muchxs
optan por pasar desapercibidxs y cuidar su nicho, comentando “qué lindo
el disco que sacaste”, “felicitaciones, está buenísimo”, y en
esas pobres caricias de lomo queda aniquilado lo que podría haber sido
un intercambio real sobre la obra de arte que acaba de salir al
mundo.
Por
último, y extendiendo este problema a toda la labor crítica en sí, nunca
hay dinero para el arte local en Uruguay. Por lo tanto, hacer un trabajo
más no remunerado, simplemente con el fin de seguir viendo crecer la
escena musical local juvenil, es una jugada pasional, o más bien el
resultado de alta manija colectiva que nos hemos dado para gestar este
proyecto. De todos modos, que
no haya dinero ni instituciones mediando es para mí, casi siempre, un
augurio de libertad.
En
los últimos años, en este país más que de viejos yo diría de
fosilizados, ha habido una extensa producción de discos grabados por
personas menores a 30 años. Las facilidades del homestudio
y la democratización de las herramientas técnicas de grabación a través
de YouTube u otras redes sociales -no todo es decadencia multimedia- ha
hecho que el dinero, que a lxs jóvenes casi siempre nos falta, no sea
una imposibilidad a la hora de registrar la música que está sucediendo
en los rincones más recónditos de la ciudad. Digo ciudad porque
aquí
solo hablaremos de los discos editados desde la pandemia a la
actualidad, en Montevideo;
donde habitamos quienes impulsamos esta iniciativa; no con un afán
centralizador, sino por un reconocimiento de nuestra propia
ignorancia.
Es bastante devastador que, después de tanto trabajo
autogestivo y de tanta energía que implica grabar un disco, la música
quede petrificada en Spotify -nuestro nuevo curador musical- con 60
oyentes mensuales, sin ningún tipo de interacción con el mundo al que
fue lanzado. Las plataformas digitales no son el oyente: falta alguien
del otro lado.
Por eso queremos devolver algo, decir que es trascendente ese trabajo, y
que es valioso, que representa una parte de nuestra sociedad que está
bastante deprimida y desilusionada,
por no poder independizarse antes de los 30, por no llegar a fin de mes,
por seguir estudiando hace 200 años la misma carrera, por no creer más
en el modelo de familia, en la monogamia, en el glúten ni en las dietas.
Por ver genocidios a cielo abierto y destrucciones ambientales
propulsadas por las mismas caras que nos gobiernan.
La crisis de
sentido es permanente: son tiempos de ansiedad e incertidumbre para la
juventud. Frente a eso, el arte siempre ha sido escuela y
refugio.
Falta
alguien del otro lado. Ya es hora de dar una señal.
Por La Gata Bajo la Lluvia
Diciembre del 2024
Presentación
//
Crónicas
Presentación
cuchicheo
revista.cuchicheo
Por La Gata Bajo la Lluvia
Diciembre del 2024
//
Presentación
En
un país de viejos, como el nuestro, hacer una revista de crítica
centrada en la música popular nacional juvenil es algo así como dar un
salto al vacío.
Los
antecedentes son pocos -hay algunos artículos periodísticos sobre
discos de jóvenes pero muy escuetos y superficiales-, creo yo por
varias razones. La primera es que, en un país de viejos, como el
nuestro, lxs jóvenes no tenemos nada mejor que hacer que recluirnos en
la casa de nuestro viejos a mirar TikTok.
Nada más y nada menos que desde la Antigua Grecia -según nuestros
datos colonizados- la juventud ha sido asociada a lo que acá llamamos
vagancia. La segunda es que, en un mercado musical cada vez más
atravesado por las redes sociales y lxs influencers, el valor musical
y literario ha pasado a otro plano, por ende la producción de reseñas
y revisiones pura y exclusivamente artísticas queda un poco obsoleta
frente a la multiplicidad de estímulos que se acostumbra, y el déficit
atencional que de hecho padecemos. Algunxs
prefieren un review en video de menos de un minuto o un comentario
halagador anónimo que diga lo mismo que todxs.
Quizá
también otro motivo, muy vinculado al anterior, tenga que ver con el
lobby característico de los ambientes artísticos alternativos e
independientes. Donde tu trabajo pende de tu imagen, de tu nombre, de
tus pequeños pactos sociales a la hora de estar en la música, muchxs
optan por pasar desapercibidxs y cuidar su nicho, comentando “qué
lindo el disco que sacaste”, “felicitaciones, está buenísimo”, y
en
esas pobres caricias de lomo queda aniquilado lo que podría haber sido
un intercambio real sobre la obra de arte que acaba de salir al
mundo.
Por
último, y extendiendo este problema a toda la labor crítica en sí,
nunca hay dinero para el arte local en Uruguay. Por lo tanto, hacer un
trabajo más no remunerado, simplemente con el fin de seguir viendo
crecer la escena musical local juvenil, es una jugada pasional, o más
bien el resultado de alta manija colectiva que nos hemos dado para
gestar este proyecto. De todos modos, que
no haya dinero ni instituciones mediando es para mí, casi siempre, un
augurio de libertad.
En
los últimos años, en este país más que de viejos yo diría de
fosilizados, ha habido una extensa producción de discos grabados por
personas menores a 30 años. Las facilidades del homestudio
y la democratización de las herramientas técnicas de grabación a
través de YouTube u otras redes sociales -no todo es decadencia
multimedia- ha hecho que el dinero, que a lxs jóvenes casi siempre nos
falta, no sea una imposibilidad a la hora de registrar la música que
está sucediendo en los rincones más recónditos de la ciudad. Digo
ciudad porque aquí
solo hablaremos de los discos editados desde la pandemia a la
actualidad, en Montevideo;
donde habitamos quienes impulsamos esta iniciativa; no con un afán
centralizador, sino por un reconocimiento de nuestra propia
ignorancia.
Es bastante devastador que, después de tanto trabajo
autogestivo y de tanta energía que implica grabar un disco, la música
quede petrificada en Spotify -nuestro nuevo curador musical- con 60
oyentes mensuales, sin ningún tipo de interacción con el mundo al que
fue lanzado. Las plataformas digitales no son el oyente: falta alguien
del otro lado.
Por eso queremos devolver algo, decir que es trascendente ese trabajo,
y que es valioso, que representa una parte de nuestra sociedad que
está bastante deprimida y desilusionada,
por no poder independizarse antes de los 30, por no llegar a fin de
mes, por seguir estudiando hace 200 años la misma carrera, por no
creer más en el modelo de familia, en la monogamia, en el glúten ni en
las dietas. Por ver genocidios a cielo abierto y destrucciones
ambientales propulsadas por las mismas caras que nos
gobiernan.
La crisis de sentido es permanente: son tiempos de
ansiedad e incertidumbre para la juventud. Frente a eso, el arte
siempre ha sido escuela y refugio.
Falta
alguien del otro lado. Ya es hora de dar una señal.
revista.cuchicheo
Crónicas
En
un país de viejos, como el nuestro, hacer una revista de crítica
centrada en la música popular nacional juvenil es algo
así como
dar
un salto al vacío.
cuchicheo