Esto es una confesión, un estado de realidad: somos jóvenes pero no pudimos entrarle a la música urbana yorugua. Quisimos identificarnos con algo de lo que dicen pero, nos pasó por el costado. Fenómenos como el Mesita, Davus o Knak están pegando en Argentina, llenando salas en Montevideo, produciendo discos como quien desayuna mate con mandarina todos los días.
Sabor, el último tema de
Knak, Ramma, Davus, y Sixto Yegros empieza con estas líneas: “No voy a cambiar porque así es como soy / muchos quisieran estar donde estoy / siempre son firmes los pasos que doy / voy con los míos si no no voy / Tengo a la industria en observación / quieren ser parte de la porción”. Así se confirman estos pibardos que están todo el día re locos, pajéandose entre ellos, contando sus seguidores, flasheando trascendencia mientras hacen lo mismo que Duki en su estado actual de decadencia. Poco tienen que ver sus canciones de hoy con el rap de las plazas o las compes. Tampoco con la frescura y el coraje de algunos nuevos exponentes del movimiento como Milo J, que con 18 años se planta contra el fascismo libertario en Argentina para hablar de lo que hay que hablar.

Con falso acento caribeño y vestidos de Zara, nuestros traperos hablan de las minas que levantan, de la plata que destilan, de todo el faso que consumen. Ya
ni siquiera conservan lo roto, lo trash, lo anti-sistema del origen de este movimiento. Tampoco traen sorpresas en la producción musical, como sí traía Davus en sus primeros discos. Sí, las bases suenan impecable, pero todo suena a algo ya hecho.
En
Sabor, Knak dice: “tengo explotado el placard / gasto, saturo la card / baby no me olvido de tu inicial”. Recurren a anglicismos porque no les quita el sueño hacer rimas de mierda, prefieren ostentar todo aquello que cualquier pibe de su edad quisiera tener, porque hay algo que es cierto: ellos representan una idea del éxito. Y no cualquier idea: la del pibe de barrio que de tanto batallar lo logró, el que gana guita con su música, se da lujos, es adorado y avalado por sus amigos, por las minas, por sus colegas. ¿Por qué será que los pibes de hoy sueñan más con «pegarla» que con dedicarse a la música? ¿Cómo se puede gozar el éxito si se vive adormecido? La respuesta es simple: no se goza. Se aparenta que se goza, se desborda una imagen llena de seguridad, de firmeza. De esta forma se construyen a sí mismos como sus propios dioses, quienes llegaron hasta donde están por sus méritos, y esa es la razón por la que son la envidia de los otros, los fracasados, los que no llegaron a las millones de views y que no son idóneos para el levante. Yo hablo por los fracasados, los que no precisan reafirmar su autoestima caída en cada barra, porque el sentido de su tarea es limpio y libre de egocentrismo: la música es para lxs otrxs. Quien está al servicio de ella sabe que no se mide con números ni con chupadas de pija, aunque admito que me da un poco de pena pensar que pertenecemos a una generación cuyos deseos son acceder a la fama y a la fortuna porque sí. En eso, los pibardos de la música urbana se parecen un poco a Wanda Nara, solo que ellos no precisan mostrar su cuerpo para que los alaben. Basta solo con autoproclamarse próceres de un movimiento que en verdad, lejos de romper con lo establecido, reafirma las metas y los deseos impuestos por un sistema que insiste en que si no tenés para derrochar, no existís.

Marzo del 2025

Cuchicheo

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Los que no dicen nada: la escena de la música urbana en Uruguay.

Por La Gata Bajo la Lluvia

Marzo del 2025

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Cuchicheos

Esto es una confesión, un estado de realidad: somos jóvenes pero no pudimos entrarle a la música urbana yorugua. Quisimos identificarnos con algo de lo que dicen pero, nos pasó por el costado. Fenómenos como el Mesita, Davus o Knak están pegando en Argentina, llenando salas en Montevideo, produciendo discos como quien desayuna mate con mandarina todos los días.
Sabor, el último tema de
Knak, Ramma, Davus, y Sixto Yegros empieza con estas líneas: “No voy a cambiar porque así es como soy / muchos quisieran estar donde estoy / siempre son firmes los pasos que doy / voy con los míos si no no voy / Tengo a la industria en observación / quieren ser parte de la porción”. Así se confirman estos pibardos que están todo el día re locos, pajéandose entre ellos, contando sus seguidores, flasheando trascendencia mientras hacen lo mismo que Duki en su estado actual de decadencia. Poco tienen que ver sus canciones de hoy con el rap de las plazas o las compes. Tampoco con la frescura y el coraje de algunos nuevos exponentes del movimiento como Milo J, que con 18 años se planta contra el fascismo libertario en Argentina para hablar de lo que hay que hablar.

Con falso acento caribeño y vestidos de Zara, nuestros traperos hablan de las minas que levantan, de la plata que destilan, de todo el faso que consumen. Ya
ni siquiera conservan lo roto, lo trash, lo anti-sistema del origen de este movimiento. Tampoco traen sorpresas en la producción musical, como sí traía Davus en sus primeros discos. Sí, las bases suenan impecable, pero todo suena a algo ya hecho.
En
Sabor, Knak dice: “tengo explotado el placard / gasto, saturo la card / baby no me olvido de tu inicial”. Recurren a anglicismos porque no les quita el sueño hacer rimas de mierda, prefieren ostentar todo aquello que cualquier pibe de su edad quisiera tener, porque hay algo que es cierto: ellos representan una idea del éxito. Y no cualquier idea: la del pibe de barrio que de tanto batallar lo logró, el que gana guita con su música, se da lujos, es adorado y avalado por sus amigos, por las minas, por sus colegas. ¿Por qué será que los pibes de hoy sueñan más con «pegarla» que con dedicarse a la música? ¿Cómo se puede gozar el éxito si se vive adormecido? La respuesta es simple: no se goza. Se aparenta que se goza, se desborda una imagen llena de seguridad, de firmeza. De esta forma se construyen a sí mismos como sus propios dioses, quienes llegaron hasta donde están por sus méritos, y esa es la razón por la que son la envidia de los otros, los fracasados, los que no llegaron a las millones de views y que no son idóneos para el levante. Yo hablo por los fracasados, los que no precisan reafirmar su autoestima caída en cada barra, porque el sentido de su tarea es limpio y libre de egocentrismo: la música es para lxs otrxs. Quien está al servicio de ella sabe que no se mide con números ni con chupadas de pija, aunque admito que me da un poco de pena pensar que pertenecemos a una generación cuyos deseos son acceder a la fama y a la fortuna porque sí. En eso, los pibardos de la música urbana se parecen un poco a Wanda Nara, solo que ellos no precisan mostrar su cuerpo para que los alaben. Basta solo con autoproclamarse próceres de un movimiento que en verdad, lejos de romper con lo establecido, reafirma las metas y los deseos impuestos por un sistema que insiste en que si no tenés para derrochar, no existís.

Por La Gata Bajo la Lluvia

Los que no dicen nada:
La escena del trap uruguayo.